sábado, 2 de mayo de 2020

Fanfic | Bittersweet

Hola, soy Iza.
Quizás algunxs me conozcan y otrxs no, por lo que aquí me presento y les saludo. Yo también estaré compartiendo mis escritos acá, quizás algunos los hayan leído en mi livejournal, pero de igual modo, los estaré compartiendo por acá. Espero les gusten mis escritos y que disfruten mucho en este maravilloso espacio.

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Parejas: Juntoshi, Sakumiya.
Personajes: Satoshi Ohno, Matsumoto Jun , Ninomiya Kazunari , Sakurai Sho, Aiba Masaki, Ikuta Toma, Maruyama Ryuhei, Yokoyama Yuu.
Género: Romance, Altern Universe, Angst, Fluff.
Categoría: NC17.
Extensión: One Shot.
Resumen: Luego de una ruptura amorosa en la secundaria que cambió su vida para siempre, Satoshi decide seguir adelante y olvidarlo todo, hasta que su pasado insiste en tocar a su puerta.
Nota: Las letras en cursiva son flashbacks.

ADVERTENCIA: Contiene lemon y alguna que otra palabra obscena.

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En cuanto escuché el sonido de las notificaciones de Facebook, avisándome que tenía una invitación a un evento, dejé escapar un bufido, negando con la cabeza varias veces mientras leía el encabezado de la misma. 

– Ven a recordar junto a nosotros las maravillosas experiencias vividas en aquel lugar llamado “Escuela”, compartamos anécdotas, vivencias y momentos especiales... – leí en voz alta, haciendo una voz nasal y burlona. – Puedo decirles exactamente por dónde se pueden meter sus “anécdotas.” – añadí entre dientes, sintiendo como la ira se apoderaba de mí.

El asistir a esa reunión de ex-alumnos, era lo que menos me apetecía. La escuela no fue precisamente mi lugar favorito; nunca fui buen estudiante, nunca resalté en nada y encima, sufrí de abuso por parte de algunos compañeros. Y en el último año...

Fue el peor de mi vida.

Pero, dos años habían pasado de aquello, era un estudiante de segundo año de publicidad en la Universidad de Tokyo, laboraba como pasante en una buena publicitaria de la ciudad. Había salido adelante, así que no tenía tiempo para asistir a esa clase de reuniones; la escuela pertenecía al pasado, a un pasado que no quería, ni debía recordar.

Dejé el cursor sobre el botón que decía “No asistir” y suspiré. Lo mejor era no ir, yo lo sabía bien, así que, ¿para qué andar haciéndome el interesante?

– Satoshi... Kitagawa-san quiere verte. – dijo uno de mis compañeros detrás de mí, haciéndome dar un brinco por el sobresalto.

– De acuerdo. – cerré la pestaña del explorador y me puse de pie, tomando la carpeta con las ideas para el próximo proyecto antes de salir de la oficina.

Mientras me encaminaba hacia dónde mi jefe, pensé que aquella era mi vida, no tenía tiempo para cosas tan infantiles como la escuela.

Era un hombre diferente. 


***


Mientras abría la puerta de mi dormitorio, sentí que mi móvil empezaba a vibrar. Tomé el aparato y atendí la llamada sin fijarme quién era mi interlocutor.

– Hola sexy.

– Hola... – reí y abrí la puerta, entrando finalmente, quitándome los zapatos con los pies. – Es extraño que me andes llamando a esta hora, ¿te peleaste con Sho?

– Por más que quisieras escuchar lo contrario, la respuesta es no. Sólo llamo para saber cómo está mi ocupado mejor amigo. – escuché a Nino reír y yo hice lo mismo.

– Tú mismo lo dijiste... “ocupado.” Pero, de todos modos, tengo tiempo para ti, no seas quejica. – respondí, dejando mi bulto sobre la cama y sentándome en ella. – Insisto, tú que me llamas a esta hora es por algo...

– Vale, me pillaste. – esta vez, él suspiró. – ¿Viste lo de Facebook?

 – ¿Qué cosa? – inquirí, haciéndome el desentendido.

– Hay una reunión de ex-alumnos el próximo viernes y nos han invitado a nosotros. A nuestra generación. – recalcó él. – ¿Vas a ir?

– ¿No es un poco pronto para ello? – pregunté esta vez sin ocultar mi desgana. – Apenas han pasado dos años desde la graduación, no es como que hayan cambiado muchas cosas desde entonces.

– Oye Satoshi, ¿es cosa mía o estás a la defensiva? Normalmente no hablas tanto.

– Nino, me encanta la habilidad que tienes para hacer de pendejo. Sabes exactamente más que nadie lo horrible que fue ese tiempo de mi vida y ahora me preguntas muy campante que si quiero ir, sabiendo bien la respuesta. – me mordí el labio inferior, haciéndome callar.

– No me ofende en lo absoluto que me digas así. Te conozco y sé que me dices eso sin sentirlo realmente. – Nino se aclaró la garganta y suspiró. – Por si te interesa, Matsumoto no está en Japón.

– Gracias, eso me hace sentir de maravilla.

– Okay Satoshi, entiendo perfectamente que Jun fue más que un cabrón contigo, pero... no tienes que cerrarte ante la posibilidad de socializar con tus compañeros por su culpa.

– Nino... – dejé escapar una carcajada. – La única persona que te caía bien era yo y luego Sho-kun.

– Claro que no, Masaki y Toma también son mis amigos y quieren verte. Anda, ven conmigo. – podía jurar por el tono de su voz que Nino estaba haciendo su puchero de “no te puedes resistir y me dirás que sí de todos modos” que tanto le resultaba con su novio.

– No iré. Tienes a tu acompañante... el jugador estrella del equipo de rugby, Sakurai Sho. – ambos reímos y Nino exhaló sonoramente.

– No puede asistir... el martes parte a Boston, tiene una reunión con los aburridos estudiantes de Harvard y no puedo ir con él. Así que, tú vas a asistir conmigo a la fiesta de ex-alumnos. – sonreí y me mordí el labio inferior.

– Lo consultaré con la almohada.

– Nada de consultar, traerás tu huesudo trasero conmigo, Satoshi Ohno. No hay discusión. – me interrumpió él. – Te juro que Jun no va a estar ahí y de ser así, que lo dudo, nos iremos enseguida.

– ¿Lo prometes? – inquirí bajando el tono de voz.

 – Lo prometo.

– Vale, iremos a la estúpida fiesta. – murmuré entre dientes, sintiéndome arrepentido tan pronto haberlo dicho.

En cuanto terminé la llamada, me di una ducha y terminé de hacer algunas cosas del trabajo. Volví a conectarme en mi perfil de Facebook y me quedé largo rato mirando la invitación al evento... suspirando sonoramente, presioné el botón que decía “asistir”, sintiendo como si me hubiesen declarado que iría a la guillotina. Me encontraba aterrado y no sabía exactamente el porqué de aquel sentimiento.

O quizás lo sabía, pero no quería admitirlo.

Me horrorizaba profundamente el siquiera volver a verle, no me encontraba listo. Sabía que, si estábamos uno frente al otro, no sabría cómo reaccionar y quedaría como el que, a pesar de tanta mierda, no le pudo superar. Lo cual era del todo cierto.

Me fui a la cama, cubriéndome con la cobija por completo y cerré los ojos, tratando de no pensar, de no sentir, de volverme totalmente indiferente a todo aquello...


Había entrado a la librería hecho un manojo de nervios. 

Esta vez, Nino no venía a acompañarme, así que, me tocaba hacer esta travesía sólo. A sinceridad, era totalmente habitual el venir a esta librería, en primer lugar, porque vendían el periódico vespertino (el cual iba a comprar a diario para mi padre) y yo, siempre iba en busca de mi revista semanal de pesca o cualquier manga para Nino. Pero, más importante aún, iba para poder ver al hijo del dueño, Matsumoto Jun.

Pese a que le veía en los pasillos de la escuela, me gustaba pasar por la librería y mirarle mientras acomodaba algún que otro libro, ayudaba a su padre con cualquier recado, o simplemente cuando le veía la nariz metida en algún libro. Nunca habíamos hablado, de hecho, estaba seguro de que nuestras miradas se encontraran alguna vez, pero me gustaba el verle siquiera desde la lejanía.

Luego de exhalar sonoramente, entré a la librería, encontrándome con Jun acomodando algunas revistas en la estantería. Con el corazón latiéndome desaforadamente, caminé hacia él y me mordí el labio inferior, buscando con la vista las revistas de pesca, pero no lograba verlas.

– ¿Buscas esto? – inquirió él con una profunda voz, acercando una revista hacia mí, mirándome sonriente. – Se acabaron todas, pero como vienes siempre a buscarlas, guardé esa para ti.

– G-gracias. – logré articular, tomando la revista y sintiendo como el corazón me daba un vuelco.

¡Él me recordaba! ¡Sabía quién era!

– No me estoy equivocando, ¿cierto? Eres el que viene todas las semanas a buscar esa revista. – asentí varias veces, sin saber qué decir.

– ¿Cómo es que sabes? – pregunté, sintiendo como mi voz salía un poco temblorosa por los nervios.

– Porque eres el único joven que compra eso... sin ofender. – él me miró apenado y rió, haciéndome reír también.

– No te preocupes, mi mejor amigo me lo dice muy a menudo.

Y así, de la nada, empezó.

Era normal el ir a la librería y quedarnos hablando de cualquier tontería. Jun a veces me recomendaba libros y me había dado cuenta de que leía la revista de pesca para tener otro tema de conversación conmigo. Un día le invité a pescar junto a mi padre y desde ese entonces, había crecido una amistad entre nosotros. Jun me saludaba cuando me veía en los pasillos de la escuela y a veces, cuando Nino se iba por su cuenta, me acompañaba a mi casa de vez en cuando.

Nuestro primer beso fue mágico.

Jun me acorraló contra la puerta de su habitación y capturó mis labios con los suyos, haciendo que un millón de mariposas revoloteasen en mi estómago y sentimientos llenos de amor afloraran en mi corazón. Nunca creí que yo, podría ser capaz de vivir esa clase de cosas, y ahí estaba yo, teniendo una relación con Jun, él era tan perfecto, tan caballero, inteligente, y gracioso; no había algo que no pudiera hacer y de no ser así, no me importaba, incluso sus errores le hacían ver más adorable frente a mí.

Me limpié una lágrima y suspiré, obligándome a mí mismo a no pensar más en ello, pero mi cerebro desobedecía mis órdenes y justo hacía lo contrario. No podía, no debía, no quería llorar por él...

Se habían acabado las vacaciones de verano y me emocionaba el volver a ver a Jun, no nos habíamos visto en todo ese tiempo porque yo fui a Hokkaido a ver a unos familiares y él se la había pasado trabajando con su papá. Él me había dicho que se encontraba haciendo prácticas de bateo en el estadio de la escuela, así que había ido a verle.

En cuanto entré a los vestidores, me detuve al escuchar varias voces. Después de todo, Jun no se encontraba solo.

– ¿Vas a venir a la fiesta de hoy? Mari-chan quiere verte. – escuché que dijo uno de los amigos de mi novio.

– No puedo. Tengo compromisos. – dijo Jun con rapidez.

– ¿Qué es más importante que follarte a Mari-chan? – abrí los ojos como platos al escuchar aquello, esperando a que todos rieran y dijesen que era una broma divertida.

Pero nadie lo dijo.

– Tengo cosas que hacer con mi papá. – espetó Jun con dureza. Estaba mintiendo, él me había prometido que saldríamos esa noche.

– MatsuJun... ¿no me digas que aún sigues con el marica de Satoshi? – sentí el que el corazón dejó de latirme por un segundo y que la cabeza me daba vueltas. – ¿Cuándo piensas terminar con él? Ya tenemos lo que queríamos.

– Es cierto, MatsuJun... conseguimos las fotos suyas desnudo y encima, la copia del examen. – negué con la cabeza, diciéndome que aquello no era real. – Mari-chan está esperando a que acabes este jueguito tonto para salir contigo.

– Lo sé, pero es que, Satoshi no me quiere dejar. No se imaginan lo apegados que pueden ser los maricones. – Jun rió y yo me cubrí los labios con una mano, tratando de ahogar un gemido, lo cual fue en vano. Pudieron escucharme. – Mierda... ¿Satoshi? – inquirió Jun.

Pero, yo retrocedí varios pasos hacia atrás, empezando a correr mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas.

Me sentía estúpido, utilizado y humillado.

No podía creer que Jun había fingido durante esos meses sólo para tomarme fotos desnudo y poder tomar las copias del examen de química. Me resultaba increíble hasta donde podía llegar la maldad en una persona, ¿cómo era posible que alguien jugase con los sentimientos de otra persona sólo para diversión de sus amigotes?

Un brazo me sostuvo con fuerza mientras salía del campus; no me sorprendía ver a Jun detrás de mí, sin camiseta y jadeante por haber corrido tanto.

– Satoshi, yo...

– ¡No! – grité, zafándome de su agarre y cubriéndome las orejas con ambas manos. – No quiero escuchar nada de lo que tengas que decirme. Te escuché perfectamente, Matsumoto.

– Te juro que lo puedo explicar. – dijo, acercándose a mí.

– No, entendí perfectamente... estabas saliendo conmigo para tomarme fotos desnudo. Fotos que tus amigos van a publicar y me van a hacer la vida más miserable aún, ¿cierto? Y no obstante a eso, se aprovecharon que soy ayudante del profesor de química y gracias a ti, lograron obtener el examen final. – me limpié las lágrimas con el dorso de la mano, mirándole directo a los ojos. – Dime que me equivoco, MatsuJun.

– Tienes razón, pero... pero quiero que sepas que no dejaré que publiquen tus fotos. No voy a permitir que te humillen públicamente.

– Suficiente humillación tengo al saber que nunca me quisiste y que todo lo ocurrido entre nosotros no fue más que un plan tuyo y de tus adorables amigos. – dije, sintiendo cómo la voz se me quebraba. – ¿Por qué Jun? ¿Por qué no me pediste el examen simplemente? ¿Por qué jugar conmigo así?

– Porque... soy un idiota... – respondió él, mirándome a los ojos. Pude ver que había lágrimas en los suyos. – Perdóname, por favor.

– No vuelvas a hablar conmigo, por favor.

Me di la vuelta y salí de la escuela, sintiendo como iba dejando fragmentos de mi corazón con cada paso, sintiendo como mi alma iba abandonando mi cuerpo, dejando un enorme vacío que nunca se llenaría del todo.

Me entregué en cuerpo y alma a Jun, y eso fue lo que recibí a cambio: burlas, risas, humillaciones. No me sorprendió encontrar las fotos que Jun me había tomado en los correos electrónicos de mis compañeros, Nino se volvió una fiera y fue suspendido una semana de la escuela por haberse ido a los golpes con uno de los amigos de Jun. Sin mencionar que también fui suspendido por dichas fotografías.

No me extrañó el saber que ahora él estaba saliendo oficialmente con Maeda Mari, una de las estudiantes meritorias del St. Mary Girls School. Fingía indiferencia cuando la veía a la salida, pasando a recoger a Jun en su auto deportivo. Por lo menos, gracias a su relación, el furor causado mi “espinoso” material había quedado sepultado.

Había dejado de ir a la librería, todo con tal de no tener siquiera un encuentro con él y porque quería evitar que Nino les incendiara el local. Mi día a día se había vuelto insoportable y el estar en la escuela no era más que un suplicio, por ello, el día de nuestra graduación fue el mejor de todo el año.

Mientras me lavaba las manos en el baño, alcancé a ver que él estaba allí. Llevaba un impecable traje gris y el pelo negro peinado hacia atrás; su rostro lucía un poco bronceado debido al sol y una sonrisa adornó sus sensuales labios.

– Hola. – musitó incómodo. No respondí. – Sé que no quieres hablarme, pero... quiero que sepas que, siento mucho lo que pasó. Desde ese día, dejé de salir con Shun y Akira...

La puerta de uno de los cubículos se abrió de golpe; Nino salió de ahí mirando a Jun con odio, acercándose a mí con fiereza.

– A Satoshi no le importa si te juntas o no con esos pedazos de mierda que tienes por amigos. – dijo con los dientes apretados, acercándose a él con lentitud. A pesar de la diferencia de estatura entre ambos, Nino lograba verse amenazante frente a Jun.

– Ninomiya-kun, esto es entre Satoshi y yo. – contestó él, cruzándose de brazos. – Así que, por favor...

– Eso te digo yo, Matsumoto-kun. Por favor... no vuelvas a acercarte a él, no vuelvas a hablar con él, siquiera te atrevas a respirar su mismo aire o no respondo. – Nino eliminó la distancia entre sus cuerpos y le miró a los ojos, desafiante, halándole por las solapas del saco. – Puede que sea todo un “marica”, pero cuando se trata de peleas, soy un maldito hombre en todo el sentido de la palabra, así que aléjate de Satoshi. No me hagas partirte la cara y ensuciar tu trajecito tan caro.

– Cuando quieras. – siseó Jun, apartándose las manos de Nino con fuerza.

– Nino, ya basta... vámonos. – dije, tomando de la mano a mi mejor amigo y saliendo del baño con rapidez, diciéndome una y otra vez que aquello no debía ocurrir.

Ese día, me prometí a mí mismo que nunca volvería a ver a Jun, ni nada que tuviera que ver con él.


***


Suspiré sonoramente y miré hacia el frente, sonriendo levemente.

– Todo va a salir bien, el pasado quedó en el pasado. – musitó Nino, dejando una de sus manos en mi hombro.

– De acuerdo, vamos a divertirnos.

Ambos salimos del taxi y nos encaminamos hasta la escuela. Debía confesar que un sentimiento de nostalgia me embargó mientras caminaba hacia la entrada, recordando cuántas veces había caminado por allí deseando no volver más y ahora que podía ocurrir aquello, estaba regresando, aunque, al menos esta vez sería sólo una reunión de una noche en donde todos los que nos detestamos una vez, actuaríamos con hipocresía y seríamos buenos amigos.

Fuimos a la cancha de básquetbol y me sorprendió ver a un grupo pequeño de personas, antiguos compañeros junto a sus novias y algunos con sus novios.

– Sólo de esta manera hay chicas en la escuela. – comentó Nino con una risilla.

Y tenía absoluta razón, pues estudiábamos en una escuela sólo de varones, aunque a nosotros nunca nos importó el hecho de que no hubiese chicas. Suficiente teníamos con el maltrato de los varones.

– ¡Ninomiya Kazunari! Maldito desgraciado. – exclamó Ikuta Toma, acercándose a nosotros, riendo. – Oh-chan, te ves muy bien.

– Yo también me veo bien. – Nino se acomodó el flequillo de su cabellera negra y rió antes de abrazar a Toma, quien luego me abrazó efusivamente.

– Me alegra mucho volverte a ver, Oh-chan.

– A mí también, Toma. – dije con sinceridad. Ikuta nos presentó a su novia, Kakei Miwako, una hermosa chica estudiante de diseño de modas que había conocido en la universidad.

– ¿Dónde está Aiba-chan? – inquirí con curiosidad, buscándole con la vista.

– Ocupado, trabajando esta noche. – respondió Toma señalando hacia el frente. No me había dado cuenta de que mi amigo era quien estaba siendo el DJ de la fiesta, a su lado alcancé a vislumbrar a Yokoyama Yuu, su novio desde el último año.

– Entonces iré a molestar al DJ. – musitó Nino mordiéndose el labio inferior. Pero yo le sostuve del brazo, deteniéndole.

– No vas a ninguna parte, Kazu. Te quedas conmigo.

Pese a mis protestas, la estaba pasando bien. No llegué a ver a nadie que me incomodara, siquiera vi a las personas que se burlaban de mí en el pasado; al contrario, sentía como si todo estuviese planeado para que tuviéramos un buen momento. Me reí a carcajadas con las anécdotas de Toma, luego de una hora, se nos unieron Masaki y su novio a la mesa, alegando que el verdadero DJ había llegado.

– ¿Pueden creer que Maruyama-kun ya se casó? – dijo Aiba antes de tomar de su trago.

– ¿En serio? Pero la última vez que le vi estaba soltero y de eso hacen meses. – comentó Nino con una carcajada.

– Lo sé, es algo loco.

– ¿Y cómo es que no nos invitó? – preguntó Toma.

– Porque fue en Las Vegas. – respondió Aiba antes de reír.

– De Maruyama-kun nada puede extrañarnos. – comentó Yokoyama, apoyando un brazo sobre los hombros de su novio.

Aiba se acomodó en su asiento y miró hacia la pantalla ubicada a un lado de la estancia, todas las luces se apagaron y la pantalla se encendió, dando inicio a un video.

– Ay por Dios... - dije apenado, ocultándome el rostro con ambas manos mientras escuchaba una canción infantil y tonta. Abrí los ojos y aparté mis manos de ellos, empezando a ver dicho metraje, para nada sorprendiéndome al ver fotografías de nosotros, de Nino, de Sho, de Toma, incluso fotografías de Jun y todos nuestros compañeros de la escuela. Luego, unas letras en dorado decían:


“Sin duda, los mejores años de nuestra vida.”


Luego, la canción cambió. 

Era una romántica, a pesar de que la letra era en inglés y no entendía nada, sabía que era una canción de amor. Dejé de ver nuestras caras en las fotografías, intercambiándose por las caras de Sho y Nino, múltiples fotos de ellos en la playa, de cuando fueron a Italia, en la casa de los padres de Sho, fotografías de Nino durmiendo y sentí que el corazón se me derretía.

Aquello no era una reunión de exalumnos, Sho quería sorprender a Nino y ya sabía exactamente lo que haría. Extendí una mano hacia mi mejor amigo, quien tenía los ojos llenos de lágrimas y sonreía mientras susurraba una y otra vez, “Eres un imbécil, Sho- kun.”

El vídeo terminó bruscamente y las luces se encendieron, dejando ver a Sho en el centro de las mesas. Se dirigió hacia Nino con una cálida sonrisa y tomó una de sus manos antes de hablar.

– Espero que me perdones por haber mentido doblemente... primero, lo de la reunión de ex-alumnos era falso y mi viaje a Boston, también. – dijo, dejando escapar una risilla. – Quiero agradecer a todos nuestros amigos por venir esta noche a pesar de sus apretadas agendas... gracias por compartir este momento con nosotros.

– Sho-kun, ¿qué diablos es todo esto? – preguntó Nino poniéndose de pie, sin soltar la mano de su novio.

– Sentía que necesitaba personas especiales a mi lado que me dieran valor para lo que haré. – Sho suspiró y miró a Nino a los ojos. – Eres el amor de mi vida, lo supe desde que te conocí en esa fiesta... - él se detuvo, visiblemente conmovido y volvió a sonreír. – Sé que, según las leyes de la vida, hay que esperar un tiempo prudente para esto, ¿pero y si yo no quiero esperar? ¿Y si yo quiero hacerte mío ya mismo ante los ojos de todos?

– Ay no... – dijo Nino en voz baja, empezando a llorar nuevamente.

– Te amo con toda el alma y desde que estás a mi lado soy el hombre más feliz del planeta. – Sho soltó la mano de Nino y se arrodilló frente a él, sacando una cajita de terciopelo azul del bolsillo de su pantalón y abriéndola con lentitud. – Y quiero que lo sigas haciendo, pero siendo totalmente mío. Kazunari Ninomiya, ¿te casarías conmigo?

– Por supuesto que sí. – contesto mi mejor amigo con dificultad, lágrimas de felicidad humedecían sus mejillas y ahora una simple alianza de oro blanco adornaba su dedo anular. Sho se puso de pie y besó sus labios, atrayéndole por completo hacia él.

Todos los presentes empezaron a aplaudir, incluyéndome. Me sentía tan feliz por ellos, y al mismo tiempo, sentía tristeza, pues sabía que yo nunca viviría algo así con alguien especial.

En cuanto la pareja se separó, mi mejor amigo fue hacia mí, abrazándome con fuerza.

– Sabes de sobra que serás mi caballero de honor, ¿cierto? – dijo, besándome en la mejilla.

– Será un completo honor para mí. – respondí correspondiendo a su abrazo. – Tú y Sho- kun se merecen la mayor felicidad del mundo, se lo deseo con todo el corazón.

– Gracias. – canturreó él antes de separarse de mí. Luego abracé a Sho, sin dejar de sonreír.

– Haces sufrir a Nino y te juro que te asesino. – él rió y revolvió mi cabello con cariño. – Sólo bromeo, sé que Nino no podría estar en mejores manos... sigue haciéndolo feliz, Sho-kun.

– Gracias por nunca rendirte con nosotros. Te quiero, Satoshi.

– Yo también te quiero, cuñado. – dije, sintiéndome conmovido de un momento a otro.

Lo que empezó como una reunión de exalumnos, terminó siendo la fiesta del compromiso de Sho y Kazu; me sentía feliz de poder estar allí con mi mejor amigo en el mejor momento de su vida, sentí los ojos llenos de lágrimas mientras les observaba hablar en la mesa, mi mejor amigo no dejaba de mirar el anillo en su dedo, en lo que su prometido le susurraba cosas al oído. Era tan hermoso verlos, y doloroso al mismo tiempo.

Me puse de pie y mentí diciendo que iría al baño, saliendo de la fiesta. Sabía que aquello no estaba bien, mi deber era el de estar allí apoyando a mis amigos, pero el estar en aquel lugar lleno de recuerdos, y encima, el reconocer que aquello no sucedería siquiera en mis sueños más salvajes, sólo hacía que mi corazón se hiciese añicos.

– Nino entenderá. – musité para mis adentros mientras salía olímpicamente del campus escolar.

Tomé un taxi y en unos veinte minutos ya estaba de vuelta a los dormitorios de mi facultad. Mientras subía las escaleras, apagué el móvil y suspiré sonoramente, deseando quitarme la ropa y quedarme en la cama todo el fin de semana. Mientras caminaba por el pasillo, me sorprendió ver a alguien de pie frente a mi puerta.

Desde la distancia, no pude distinguir su rostro debido a que tenía una sudadera y la capa de esta le cubría la cabeza. Era una persona de estatura alta, vistiendo unos simples vaqueros negros, la sudadera del mismo color y unas Converse rojas; deduje que era un hombre por su complexión y al ver esa amplia espalda, negué varias veces con la cabeza. Aquello tenía que ser una broma de mal gusto.

A medida que avanzaba por el pasillo, él se volvió hacia mí y en cuanto nuestras miradas se encontraron, sentí que el mundo se detenía a mi alrededor y que la cabeza me daba vueltas.

Era Jun.

Jun estaba esperando por mí.

Me mordí el labio inferior, sin saber qué decir. Él se bajó la capa de la sudadera, dejando ver sus rebeldes rizos negros y esbozó una tímida sonrisa.

– ¿Qué haces aquí? – pregunté, sin ocultar mi sorpresa.

– Precisaba verte. – respondió sin más. – Quería hablar contigo. – añadió, acercándose más a mí. En cuanto percibí el aroma a sake, retrocedí unos pasos.

– Estas borracho.

– Necesitaba valor líquido para estar frente a ti... no te imaginas cuántas veces he venido a este lugar en los últimos meses y no podía tocar tu puerta. – suspiré y miré hacia abajo.

– ¿De qué quieres hablarme? Creo que las cosas entre nosotros quedaron muy claras, ¿no? Luego de haberme dicho “marica” y “apegado”, creo que no hace falta que volvamos a hablar... tengo muy claro lo que piensas de mí.

– Satoshi, yo... necesito decirte lo que he estado callando durante estos años. – musitó él, alzando mi rostro por la barbilla, haciendo que le mirase a los ojos.

– ¡No me toques! – exclamé, apartando su mano de mi rostro con brusquedad. – No quiero escucharte, así que guárdate lo que me tengas que decir, Jun. – dije empujándole y disponiéndome a abrir la puerta, dispuesto a entrar y dejarle afuera. Pero Jun se dio cuenta de mis intenciones y logró empujarme hacia el interior de mi dormitorio.

– No me iré de aquí hasta que me escuches.

– Por favor, quiero que te vayas... no quiero que vuelvas a meter el dedo en la llaga. Me lastimaste lo suficiente como para seguir herido, Jun. – dije, sintiendo como los ojos se me llenaban de lágrimas. – Tú fuiste mi primer amor... todo fue tan intenso, tan irreal... yo no podía creer que estaba junto a alguien tan especial. Pero luego, todas esas ilusiones se fueron al infierno junto con las burlas de todos y tus palabras crueles.

– Satoshi... yo sé que nada de lo que diga va a lograr que te sientas mejor... te herí de la peor manera posible y aún sigo maldiciéndome por ello. – musitó él, cerrando la puerta a sus espaldas. – Quiero que escuches la verdad, necesito contarte todo lo que pasó... – Di media vuelta, quedándome de espaldas a él. Sólo de esa manera podría soportar aquello. – Al haber perdido un partido de béisbol, Akira y Shun me impusieron como castigo que estuviera con uno de los “raritos” de la clase. En un principio pensé hacerlo con Ninomiya, pero en cuanto vi que asistías siempre a la librería, decidí que sería contigo.

– Gracias, me siento halagado.

– Pensé que eras un poco raro por leer esas revistas de viejos, pero al mismo me tiempo me causaba curiosidad el porqué te gustaban tanto, así que, a escondidas comencé a leerlas y las encontré fascinantes. Ese día que fuiste a comprar una y te entregué el último ejemplar que quedaba, en verdad era mía... pero decidí dártela porque sabía que te sentirías triste si no la tenías. – le escuché en silencio, sintiendo los ojos escocer por las lágrimas que me negaba a derramar. – Desde ese día, esperaba verte siempre en la librería y que hablásemos de cualquier cosa. Desde que empezamos a hablar, me gustaba pasar por el pasillo de tu aula y verte callado, en tu propio mundo, o dibujar cualquier cosa en el jardín mientras tu mejor amigo hablaba sin parar. Yo sabía que algo no era normal, pero había nacido en mí una loca fascinación por ti que no podía negar...

Él se detuvo, acercándose a mí y dejando sus manos en mis hombros, se aclaró la garganta antes de continuar.

– Cuando te di el primer beso, todo en mi interior se desmoronó. Era la primera vez que me descolocaba tanto con un beso... desde ese momento supe que estaba loco de amor por ti, y cuando te hice mío, supe que mi corazón siempre te pertenecería. Pero, fui un imbécil... – sus manos continuaban en mis hombros y su voz temblaba ligeramente. – Dejé que el miedo me consumiera, tenía miedo a que me molestasen al saber que había terminado enamorado de ti... tenía miedo de que las chicas empezaran a burlarse de mí al saber que estaba enamorado de otro hombre. Fui un maldito cobarde y te dejé pasar por tanto sufrimiento y momentos incómodos por mí estupidez, mi egoísmo y mi orgullo... – su voz se quebró y al igual todo dentro de mí.

– Está bien, el tiempo pasó. – logré articular.

– Necesito que me perdones... – Jun me hizo darme la vuelta, mirándome a los ojos. – En estos dos años no he hecho más que extrañarte, no he hecho más que pensar en ti y maldecirme cada día por no estar a tu lado. Sólo quiero que sepas que te sigo amando tanto como ese día que te entregué la revista en la librería. Sólo quiero que sepas que haré todo lo que esté en mis manos para que vuelvas a mí, Satoshi.

– No puedes hacerme esto... no puedes venir de la nada y decirme todas estas cosas. No puedes venir después de dos años y decirme que me amas y que lo sientes, porque no puedo creerte. – negué con la cabeza y suspiré, sintiendo las lágrimas deslizarse por mis mejillas. – Me rompiste el corazón, aún me digas que me amabas, me destrozaste por dentro, Jun. Fuiste cruel y despiadado conmigo y con mis sentimientos. No puedo creerte.

– ¿Qué tengo que hacer para que me perdones? ¿Debo gritar a los cuatro vientos lo que siento por ti? ¿Debo convencer a todos de que te amo?

– No... al único que tienes que convencer, es a mí. Tienes que probarme ese amor tan profundo que dices sentir por mí. – respondí, mirándole a los ojos.

– Satoshi... – musitó él, tomando mi rostro por las mejillas y mirándome con esos hermosos orbes castaños. – Eres el amor de mi vida... sé que tardé demasiado tiempo en finalmente reconocerlo, pero estoy aquí y nada me hará retroceder. Hace dos años, te dejé salir de mi vida por estúpidos temores... pero no volveré hacerlo, no volveré a dejarte ir.

Y unió sus labios con los míos en un delicado beso.

Fue un roce delicado, sin nada de profundidad; pero aún así, sentía que aquello no era lo correcto, así que le empujé con ambas manos, apartándole de mí con brusquedad.

– No, aléjate de mí, Jun. – dije, retrocediendo unos cuantos pasos. – Vienes, me dices que me amas y que me extrañaste... encima me besas y crees que ya todo está bien. Las cosas no son así, ¡fuiste un imbécil conmigo! Y no puedo permitir que me veas la cara de estúpido otra vez. – suspiré sonoramente, tratando de calmarme, pero en este punto, era imposible. – Esta noche, vi como a mi mejor amigo le proponía matrimonio el amor de su vida, y me comporté como la peor de las personas... ¡sentí envidia de él! Y al mismo tiempo me preguntaba, “¿por qué yo no?”, “¿Por qué yo no podía ser igual de feliz que Nino?”, “¿Por qué no pude conocer a alguien como Sho-kun?”, y la respuesta es muy fácil: porque sigo enamorado de ti. A pesar de todo lo sufrido, las lágrimas derramadas y la tristeza casi permanente, sigo enamorado de ti.

Jun lloraba en silencio mientras me escuchaba, mordía su labio inferior para no emitir ningún sonido. Sabía que se sentía culpable y avergonzado por su comportamiento para conmigo. Sin decir nada, se acercó a mí y me abrazó con fuerza, estrechándome contra su cuerpo mientras le daba rienda suelta a su llanto.

– Perdóname, por favor... – susurró, aferrándose a mí con desesperación. – Sé que te herí, pero, déjame demostrarte que puedes ser feliz... que no necesitas conocer a alguien como Sakurai, porque me tienes a mí. – y dicho esto, volvió a besar mis labios con ansias, sin soltarme de su feroz agarre.

Honestamente, no esperaba aquello. Dejé mis manos en su firme pecho, deseando apartarle de mí, pero, no podía hacerlo... una parte de mí deseaba tanto el estar junto a él, que me resultaba imposible el separar nuestros labios. Maldije internamente el ser tan débil mientras correspondía a aquella suave caricia.

– Tienes que hacer más que eso para que te perdone. – musité quedamente, mirándole a los ojos.

– Vale la pena hacerlo todo por ti. – susurró él antes de acercarse a mí nuevamente, volviendo a besarme con intensidad. Sus ávidos labios encajaban con los míos a la perfección, moviéndose en perfecta sincronía. Una de las enormes manos de Jun se coló en mi pelo y tiraron de él, haciéndome suspirar. Cualquier pensamiento coherente abandonó mi cuerpo en aquel momento, no podía pensar, no quería pensar; sólo quería sentir, sólo quería sentirlo a él. Sin separar nuestros labios, él se quitó la sudadera, que fue a parar a un rincón. Tomó una de mis manos y la llevó a su pecho, dejándola sobre su corazón. – Siéntelo, es la primera vez en mucho tiempo que vuelve a latir así y es sólo por ti.

Esbocé una leve sonrisa y le miré a los ojos, sintiéndome enternecido por él.

– Es lo más cursi y estúpido que he escuchado alguna vez. – susurré, haciendo que él empezara reír.

– No tengo nada que perder. – dijo, encogiéndose de hombros.

Suspiré y le empujé hacia el sofá, haciendo que se sentase bruscamente, entonces, sin dejar de mirarle a los ojos, empecé a desabotonarme la camisa, esbozando una ligera sonrisa. Cuando llevé las manos hacia la cinturilla de mis vaqueros, él negó con la cabeza, extendiendo un brazo para tomarme de la mano.

Sin articular palabra, me senté a horcajadas sobre él y unimos nuestros labios en un intenso beso que nos arrebató los sentidos. La lengua de Jun se introdujo posesivamente en mi boca, reclamándola como suya, mientras sus manos se paseaban por mis piernas, causando un estremecimiento en toda mi espina dorsal. Su lengua rozaba contra la mía con una suavidad exquisita, aturdiéndome con su embriagador sabor. Sus labios sabían a alcohol, a cigarros y a sexo.

Rodeé su cuello con mis brazos, apegándome más a él mientras continuábamos besándonos sin tregua, dejando que nuestros labios se fundieran en aquel apasionado roce. Jun llevó sus manos hacia mi trasero, apretándome contra su incipiente erección y gemí contra su boca. Hacía tanto tiempo que no experimentaba esa clase de sensaciones que sentía que la cabeza me daba vueltas.

– Te deseo. – susurré contra su boca, tirando de su labio inferior con firmeza.

– Déjame hacerte mío otra vez, por favor. – musitó él, mirándome a los ojos con intensidad.

Asentí varias veces, pensando que quizás estaba siendo la persona más estúpida del mundo por acceder tan fácil, pero no podía mentirme, necesitaba estar junto a él y en ese momento, no me importaba si sólo jugaba conmigo. Quería sentirme amado una vez más.

Quería ser suyo.

Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios y con un ágil movimiento, me dejó sobre el sillón, poniéndose de rodillas frente a mí.

– ¿Qué haces? – pregunté, sintiendo como mi corazón latía con más rapidez.

Jun no respondió, sólo besó mis labios mientras desabotonaba mis pantalones, bajando el cierre y tirando de éstos hacia abajo junto con mi ropa interior. Él suspiró antes de rozar su lengua delicadamente contra la punta de mi miembro, el cual empezó a cobrar vida a medida que él continuaba lamiéndolo suavemente, haciéndome estremecer. Cerré los ojos y mordí mi labio inferior, para reprimir cualquier ruido que saliese de mi boca.

– Abre los ojos, mírame. – susurró antes de introducir mi hombría en sus hermosos y carnosos labios, regalándome profundas succiones que me hicieron delirar. Él continuaba con los ojos abiertos, mirándome fijamente, sin perderse ningún detalle, mientras continuaba dándome placer con sus labios. Apreté mis manos y gemí, dejándome arrastrar por las oleadas de excitación que iban in crescendo dentro de mí.

Llevé una mano hasta su espesa cabellera negra, acariciándole y animándole a continuar, mientras de mis labios se escapaban algunos gemidos; Jun tomó mi erección con una mano, acariciando la base mientras lamía y succionaba la punta, haciéndome gemir más alto. Quería obedecerle y mirarle mientras me ofrecía aquella felación, pero se me hacía imposible, me resultaba una visión tan placentera que sentía que tendría un orgasmo en cualquier momento.

Jun se detuvo bruscamente y se quitó la camiseta, dejando su pecho al descubierto. Regresó al sofá, tomando posesión de mis labios y besándome con ardor mientras yo le ayudaba a deshacerse por completo de todas sus prendas hasta que quedó completamente desnudo.

Volví a posarme a horcajadas encima de él, jadeando contra sus labios en cuanto sentí su dureza restregarse contra mi propio miembro, causando que perdiera la cordura. Él gimió contra mi boca y tiró de mi labio inferior con brusquedad, mientras comenzaba a mover mis caderas contra las suyas, marcando un sensual vaivén que nos enloquecía a ambos.

– Te necesito dentro de mí. – musité con un gemido, mirándole suplicante.

– Debo prepararte primero. – protestó Jun, negando con la cabeza.

– Hazlo. – demandé. No podía esperar siquiera un segundo más, necesitaba tenerle en mi interior ya mismo. Él asintió y comenzó a besar mi cuello mientras yo, con una mano, dirigía su miembro hasta mi entrada. – Voy a estar bien, lo prometo.

Sus manos presionaron cada lado de mis caderas y me empujaron hacia abajo, penetrándome de una sola estocada. Mordí mi labio inferior, pero igual dejé escapar un grito, debido al profundo dolor.

– Joder, Satoshi...

– Shh... voy a estar bien. – repetí, tomando su rostro por las mejillas y besando sus labios con dulzura, sintiendo como Jun me acariciaba y correspondía al beso para hacerme olvidar el dolor. Él esperó pacientemente por mí, hasta que empecé a mover las caderas lentamente; al principio, me sentía raro por la incómoda intromisión, pero él, volvió a besar mi cuello mientras llevaba una mano hasta mi propia erección, regalándome vigorosas sacudidas que me hicieron estremecer.

Gradualmente, del dolor fui pasando al placer, aumentando la rapidez en mis movimientos; Jun mordió mi cuello y gimió en mi oído, haciendo que recordase aquellas noches que nos encerrábamos en el almacén de la librería y hacíamos el amor hasta quedarnos agotados.

Sus ágiles manos recorrían mi espalda, finalmente posándose en mis caderas, marcando un ritmo más rápido, placentero para ambos. Su miembro entraba y salía con saña de mi interior, volviéndome preso del placer. La sensual sinfonía de nuestros gemidos y el sonido del contacto de nuestra piel con cada movimiento podía ser escuchado en toda la estancia, mas no me importaba en aquel momento. Nada importaba, salvo el seguir unido al amor de mi vida.

Cerré los ojos y arqueé la espalda, llevando una mano hasta mi propia erección, regalándome rápidas sacudidas. Estaba al límite, deseando que llegase el momento de la ansiada liberación; Jun volvió a suspirar, susurrando cosas ininteligibles en mi oído, pero al escucharle musitar mi nombre entre sus profundos y masculinos gemidos, no hizo más que llevarme directo a la locura.

Aún con los ojos cerrados, apreté la punta de mi dureza, sintiendo como mi mano quedaba impregnada de mi cálida esencia mientras me deshacía entre jadeos y suspiros, sintiendo como las oleadas de placer arrastraban mi cuerpo hacia un lugar inalcanzable. No tuve que esperar mucho para que mi amante me acompañara, volviendo a morder mi cuello mientras sus fluidos se derramaban en mi interior.

Estuvimos unos largos minutos en silencio, yo tumbado sobre él, mientras Jun acariciaba mi espalda con delicadeza. Ninguno quería decir nada por miedo a arruinar el momento; aunque, siendo honesto, las palabras eran innecesarias. El estar uno junto al otro era todo lo que necesitábamos.


***


Un año después...


– ¿Qué tal la luna de miel? ¿Ha sido de ensueño? – inquirí, mirando a mi mejor amigo a través de la pantalla del móvil.

– Punta Cana es divino. – contestó Nino con la sonrisa más brillante del planeta. – Sus playas son preciosas y aquí todo es simplemente perfecto. – añadió, sin dejar de sonreír.

– Por el color de tu piel puedo deducirlo. – dije, riendo por lo bajo. Sho y Nino se habían casado hacía una semana y desde entonces, han estado viajando por el Caribe. – Te extraño como loco, pero al verte tan feliz, te juro que olvido que te echo de menos.

– No te preocupes, en una semana vuelvo a Japón. – contestó Nino antes de tomar un trago de su coctel. Detrás suyo se veía la enorme cama matrimonial de su habitación. – Aunque tampoco es como que te estés muriendo sin mí, tienes a tu novio-que-no-es-tu- novio, así que estás en buenas manos.

– Para eso te llamo. Para decirte que ya no es mi-novio-que-no-es-mi-novio. – sonreí ante la cara confusa de Nino. – Luego de la boda Jun me pidió que fuéramos novios oficialmente y tengo aproximadamente tres días viviendo en su apartamento.

– ¡Dios, aleluya! Ya me daba pena con el pobre de Jun. Entiendo que fue un idiota en el pasado, pero le hiciste esperar una eternidad. – me encogí de hombros y reí.

– Él dice que valió la pena.

– Es tan estúpido como tú. – escuché la voz de Sho-kun de fondo y Nino rió. – Debo irme, Oh-chan... mi esposo me necesita.

– Se oye hermoso cuando me dices así. Ah, hola Satoshi. – dijo Sho, apareciendo detrás de Nino y besando su mejilla. – Me lo robaré por un momento, si no te molesta.

– Vamos a follar, así que no será sólo un momento. – todos reímos por el comentario de Nino, así que, tras despedirnos, terminé la videollamada. Dejé el móvil sobre la cama y salí de la habitación, sonriendo al ver a mi novio preparar algo en la cocina.

Me acerqué a él y le abracé por detrás, suspirando al sentir su conocido aroma. Él acarició una de mis manos y la llevó a sus labios, besando el dorso con delicadeza.

– ¿Sucede algo?

– Nada, sólo pensaba en lo feliz y radiante que se ve Nino. Definitivamente, le sienta el estar casado. – Jun se soltó de mi abrazo y se volvió a mirarme, tomando mi rostro por las mejillas.

– ¿Sientes envidia de él? – inquirió él, rozando su nariz contra la mía.

– En lo absoluto. Sólo una felicidad tremenda. – respondí en voz baja. – No puedo sentir envidia cuando por fin estoy experimentando lo que es el amor. Quizás no seas un príncipe como Sho-kun, pero eres el amor de mi vida.

– Te amo. – susurró Jun antes de besar mis labios con delicadeza.

– Yo también te amo. – respondí en cuanto nos separamos. – Iré a poner la mesa, mi vida. – Jun asintió y volvió a prestarle atención a la comida.

Tomé toda la cubertería y fui hasta el comedor para poner la mesa, deteniéndome en cuanto mi móvil vibró. Lo saqué del bolsillo y alcancé a mirar de reojo, sin poder evitar el reír a carcajadas.

Una notificación de Facebook.

Era una invitación para una reunión de ex-alumnos, organizada por el profesor encargado de nuestra clase.

6 comentarios:

  1. Que bonito final!!! OwO✨ ❤💛💜💙 me encantó~~

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    1. Gracias, Vicky! Te confieso que soy fan de los finales felices, me dejan una sensación linda en el corazoncito, aparte, Satoshi sufrió mucho, necesitaba ser feliz con su amor al final.
      Miles de gracias por leer y comentar, hermosa :3

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  2. Lloré cuando Sho le propuso a Kazu ;u; en serio me llegó al alma

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    1. Waaaaah! Lo sé, lo releí cuando lo iba a postear y honestamente, esa parte me llegó al corazón.
      Gracias por leerlo y comentar, me alegra mucho que te haya gustado. *^*

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  3. Me encanto un final feliz para todos ��amo Juntoshi����

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    1. Oh, gracias Anon-san! Me alegra mucho que lo hayas disfrutado. Espero sigas por aquí leyendo las lindas cositas de mis compañeras y yo. <3

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